miércoles, 6 de julio de 2011

Día del Galungan

6 Julio 2011:

Qué buen día hace y qué gusto da dormir de un tirón, con sólo el sonido de las ranas y los grillos de fondo.
Desayunamos nuestro platito de fruta, un sandwich de plátano y un té rojo auténtico hecho con las flores en el momento. Delicioso.

Begoña, su marido y su hija Nilú han venido a darnos los buenos días y a ayudarnos con el alquiler de la moto y las rutas que queremos hacer. Qué encanto de familia.

Samu consigue una moto tipo scooter, con un poco más de cilindrada que las de España, y con marchas, por 150000Rp en total por 4 días. 

Hoy empezaremos haciendo la ruta norte hasta Kintamani. 
En lugar de coger la carretera principal desde Ubud, seguimos el consejo de Begoña y seguimos la calle donde está situada la ONG Kupu Kupu, y que enlaza con la carretera principal, pero el paisaje es entre arrozales y con nada de tráfico, por lo que vamos muy tranquilos y disfrutando del entorno. 

Por el camino iremos haciendo varias paradas, la primera en las terrazas de arroz de Ceking. Al ser las primeras que vemos por la zona, nos sorprenden, aunque son pequeñas en comparación con las que veremos en Jatiluwith. Aunque el lugar en principio parece desolado, en cuanto aparcamos la moto en la cuneta, empiezan a aparecer vendedoras de sarongs y niños con postales por todas partes. Son bastante insistentes. No estábamos interesados en nada, pero la verdad es que se les podía sacar muy buen precio por lo que vendían.

La siguiente parada será el templo de Gunung Kawi en Sebatu (cada entrada 10000Rp + 2000Rp del parking de la moto). Es un templo con varias dependencias de estanques y piscinas naturales donde la gente va a hacer sus ofrendas y purificarse con el agua. Es un sitio muy tranquilo y casi somos los únicos 
turistas.

Seguimos el camino hasta llegar a la zona de Kintamani donde un control policial nos hace pagar una entrada, creo que eran 1000Rp. Hay varias zonas donde se puede observar el paisaje que forma el volcán Batur y el lago homónimo que hay a sus pies. El día está soleado y las vistas son buenísimas.

Continuamos la ruta descendiendo de nuevo hacia el sur, en dirección Bangli, pero haciendo escala en el pueblo típico por excelencia, Penglipuran. Aquellos que vieseis la última edición de Pekín Express, es el pueblo en el que tenían que ir leyendo los carteles de las puertas para saber cuántas personas  había en cada casa. Para entrar al pueblo, hay que pagar una entrada de 10000Rp cada uno. Nos querían cobrar el parking, pero como nos conocíamos el asunto, aparcamos la moto fuera del pueblo. Aún así nos querían cobrar por aparcar pero dijimos que no pagábamos parking,  y no pagamos.

El pueblo es curioso. Consta de una calle principal en la que al inicio preside un templo y a lo largo se disponen las casas de los lugareños. Hoy coincide con el Galungan y todo el mundo está de fiesta. Los niños sacan al Barong, una especie de muñeco parecido a los dragones chinos, que los niños hacen bailar al ritmo de una música tocada por otros niños. Van de puerta en puerta hasta llegar al templo del pueblo, y la gente del lugar les da el aguinaldo. Al parecer este muñeco representa la conjunción de la bondad y la maldad.

Allí dejamos al Barong y seguimos camino hacia Bangli. En este pueblo se encuentra el Pura Kehen, un templo bastante bonito, que dicen es la réplica en miniatura del Templo Madre. Ya que al templo Madre no vamos a ir por los comentarios que hemos leído acerca de la insistencia de la gente para que contrates sus servicios como guía, llegando incluso a la violencia, nos contentamos con visitar este.

Llegamos a la hora de comer, y como es el día de fiesta, todos los warungs están cerrados. Sólo hay un tenderete abierto al lado de la entrada al templo, donde sirven la comida con la mano en una hoja de palma. Es como un gado gado, con arroz prensado, brotes de soja, cacahuetes fritos, tofu, unas plantas verdes y salsa picante. Allí sólo comen los locales y no hay donde elegir, sólo se sirve eso, y una especie de refrescos con gelatinas de colores que beben los niños. Yo tal y como tengo el estómago no me arriesgo, y prefiero quedarme sin comer. Samu, que se atreve con todo, se pide una ración y un refresco. Todo por 10000Rp. Nos han timado seguro, porque los locales que se sientan al lado han pagado 2000Rp cada uno por el mismo plato, pero bueno... no vamos a discutir por una comida que aún con el sobreprecio no llega ni a 1€.
 
Pagamos la entrada al templo (10000Rp cada uno + 3000Rp cada sarong). Al haber llegado a esta hora, no hay ni un solo turista. Estamos nosotros solos y un señor que parece que mantiene el templo. Nos pregunta de dónde somos y nos cuenta qué simbolizan los pequeños altares que tienen construidos. Nos invita a que nos quedemos a presenciar la llegada del Barong. Pensamos que será algo como lo que hemos visto en Penglipuran, con los niños bailando, pero no. Este Barong es más serio, es transportado por varios hombres y está fabricado con mucho más detalle. Llega acompañado de una procesión de personas llegadas de los pueblos cercanos, que portan sus cestos con ofrendas y van vestidos con sus trajes de gala. Sin darnos cuenta nos encontramos en medio de una ceremonia. El templo está abarrotado de gente. Intentamos pasar desapercibidos y observar cómo lo celebran, pero en cuanto nos ven con la cámara se sonríen y nos saludan.

Después de terminar los rezos, vuelven a sacar al Barong y todos van detrás en procesión. Formando un atasco en la carretera, por la que nos cuesta avanzar con la moto. En poco tiempo llegamos a Gyanmar, con su popular mercado nocturno de comida. Aunque le llaman nocturno, empieza sobre las cuatro y media. Tiene muchos puestos de comida, bebida y ropa de mercadillo. Un puesto que me llama mucho la atención es el de los animales. Tienen muchos tipos de peces de acuario, colgando dentro de bolsas de plástico. También tienen cangrejos ermitaños pintados de colores. Curioso.

Samu se queda con ganas de probar alguna de las especialidades locales, pero al haber comido no hace mucho, tampoco hay hambre. Yo sin embargo si tengo hambre, pero tampoco me llama la comida que hacen aquí.

Nos volvemos a Ubud ya de noche. Duchita fría y descansar un poco en el bungalow. Bajamos a cenar algo con uno de nuestros vecinos, Pablo, un chico valenciano muy majo que viaja solo y nos lleva a un restaurante no muy lejos donde se cena bien y el ambiente es muy agradable.

Allí conocemos a dos españolas que viven en Ubud. Una de ellas tiene una agencia de viajes y la otra está contemplando la vida, encontrándose a sí misma. Charlamos un rato con ellas y nos volvemos a dormir. Mañana hemos quedado con Pablo para hacer la ruta juntos en moto.


         
           

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